En cuanto Chankro dijo esas mismisimas palabras, yo empecé a sudar frío. Odio a los doctores. los odio. La mayoría son mamones y creen que lo saben todo. Odio el olor de sus consultorios y me recontracagan las agujas y demás objetos punzocortantes. Todo esa profesión de tortura me da asco.
-No puedo ir al doctor.-Respondió Ismael. Para mi fue un respiro de alivio, aunque no necesariamente significaba que tendriamos que acompañarlo, igual no quería verme en esa situación. - Mis jefes se preocuparían un chingo...y van a pensar otra cosa.
-Ay wey hace mas de un mes de eso, si no le has entrado no sale en ningún lado. -Dijo Chankro-Además que chingados wey, ¡¡¡es tu salud!! en vez de estarte imaginando pendejadas mejor ve con un doctor.
-Simon wey no pasa nada, nosotros te hacemos el paro ¿verdad vanchis?
Chingada madre.
-Simon wey -le puse mi mano en el hombro- Nosotros te acompañamos. - Y en ese momento sentí un escalofrío subiendo por mi nuca.
-¡¡¡Mts, tengo una idea weyes!!!- Dijo Chankro sacando su celular - ¡Vamos a caerle a Lucía! chance ella nos puede hacer el paro, creo que conoce al laboratorista de ahí.
-¿Ahorita? ahorita no vamos a poder entrar, ya se acabaron las horas de visita. -Le dije con un ligero tono tenso en mi voz. Estaba desesperado por encontrar un pretexto.
Pero Chankro no me escuchó. Le marcó a Lucía y enseguida se puso de acuerdo con ella para llevar a Isma al hospital. Puta madre. Un hospital. Solo hay una cosa peor que los doctores. Y esa cosa, es un hospital. Me fui al baño en lo que Chankro y todos se bajaban a la cochera para subirse al carro. Respire hondo varias veces frente al espejo. Todo iba a estar bien. Solo tenía que pensar en otra cosa.
el hospital cima está como a 30 minutos de la casa de Chankro si tomas la Francisco Villa hasta salir al Periférico de la Juventud. Pero Chankro maneja como desquiciado y eran ya las 10 de la noche y encima de todo, nochebuena...las calles estaban solas y se paso todos los altos. Llegamos en 9 minutos. Nos estacionamos afuera de urgencias para no pagar estacionamiento y Lucía nos esperaba en el pasillo de la entrada. Hacia un frío de la vil fregada pero eso me distraía del enorme edificio que estaba frente a mí y al cual me disponía a entrar. Lucía estaba en pijamas con su chamarra militar de doble forro titiritando mientras nos apuraba con un gesto de la mano. Entramos y enseguida nos llevó a los laboratorios de análisis donde nos presentó a Lalo, un amigo con el que ella había estudiado la prepa. Isma y Chankro entraron junto con Lalo y eso para mi fue un parote porque si encima de todo tenía que ver sangre ahí si no iba a poder más. Joaquín y yo nos quedamos en la salita de espera y Lucía se quedó con nosotros para hacernos compañía. Ahí le contamos la historia que Isma nos contó y su extraña pérdida de peso. Joaquín no habló mucho, y de hecho se le notaba un poco tenso; casi tanto como a mí.
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